Francia, país de generosas vacaciones y huelgas frecuentes, ha vuelto a hallarse con las dos realidades simultáneas, lo que ha provocado un fin de semana de graves molestias para decenas de miles de usuarios del ferrocarril y una seria inquietud al Gobierno a poco más de cinco meses de los Juegos Olímpicos.
La protesta de los revisores de tren ha supuesto la anulación de la mitad de los servicios de largo recorrido –los TGV, Ouigo e Intercity– justo en unos días críticos, en que medio país está de vacaciones escolares de invierno. En Isla de Francia (región parisina) y Occitania están en medio de la pausa, y en varias regiones del oeste y centro las vacaciones empiezan. Los propios responsables de la compañía estatal, SNCF, reconocieron que 150.000 personas con reserva no han podido viajar al no haber sido posible ofrecerles una solución alternativa. “Les hemos fallado”, admitió Christophe Fanichet, director del servicio de viajeros de SNCF. Se ha hecho un esfuerzo para mantener los trenes a los Alpes, para no arruinar las estaciones de esquí.
Sin revisor no puede circular un tren, de ahí las anulaciones. La principal reivindicación es de orden salarial, un aumento de entre 150 y 200 euros brutos al mes. La dirección ve incomprensible la demanda porque asegura haberles aumentado 500 euros los últimos dos años. Los revisores que empiezan su carrera ganan unos 1.850 euros brutos al mes. Los más veteranos llegan a los 2.984 euros. Pero a estas cantidades hay que añadir primas de hasta un 25% por festivos y turnos de noche.
Pese al alto nivel de tolerancia de la población francesa ante las molestias de las continuas huelgas, esta vez existe un sentimiento de hartazgo porque las situaciones se repiten. Los Republicanos (LR, derecha) han presentado una iniciativa en la Asamblea Nacional para prohibir las huelgas en los servicios públicos antes y después de las vacaciones escolares, como en Italia, dado el perjuicio a las familias.