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Un buzón dentro de un cuartel de bomberos en Indiana parece una especie de incubadora postal.
Abres la puerta y ves que hay suficiente espacio para poner un paquete mediano, pero no es la función que tiene en realidad, se trata de un “buzón para bebés” y está dirigido a las madres que están desesperadas y que necesitan ayuda.
Son más complejos de lo que parecen a primera vista, dotados con reguladores de temperaturas y sensores.
Cuando un bebé es puesto dentro, se dispara una alarma silenciosa que alerta a los servicios de emergencia y permiten que el niño sea recogido en menos de cinco minutos.
“Es un último recurso”, insiste Priscilla Pruitt, de Safe Haven Baby Boxes, organización que trata de dar a conocer su campaña por todo el país.
El objetivo de los buzones, dice, es combatir el infanticidio que ocurre cuando las madres, frecuentemente jóvenes e inseguras, dan a la luz completamente solas y no son capaces de hacer frente a la situación.
Estos buzones comenzaron a aparecer por primera vez en Estados Unidos en 2016, pero el concepto se remonta a tiempos medievales.
Fueron conocidos como expósitos con ruedas, y básicamente eran barriles cilíndricos al lado de hospitales, iglesias y orfanatos.
Pero en estos últimos años han reaparecido y se pueden encontrar en varios países como Pakistán, Corea del Sur, Polonia, Rusia, Malasia, Alemania y Suiza.
Abandonar un bebé en Estados Unidos es ilegal, pero la ley del refugio seguro ‘Safe Haven’ ha permitido quitarle el aspecto criminal si el bebé es entregado en un lugar seguro o a alguien en sus manos.
Los buzones se presentan como una alternativa, aunque todavía es difícil comprobar su efectividad.