Además del Congreso, los seguidores más radicales del ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro invadieron el Palacio do Planalto, sede de la presidencia, y el Supremo Tribunal Federal. Hubo destrucción en el Palacio do Planalto, en el Congreso, pero principalmente en el Supremo Tribunal Federal ,e Brasilia Capital de Brasil.
En el palacio presidencial, un único despacho escapó de la destrucción: justamente el de Lula, porque no lograron tumbar la puerta. Todos los demás fueron invadidos y vandalizados. Se calcula que serán necesarios al menos tres días para que se evalúe la dimensión –y el costo– de la destrucción. Brasil jamás había vivido semejante jornada de destrucción y terror.
Fue un movimiento que reunió entre seis y 10 mil manifestantes, trasladados de varios estados brasileños con todos los gastos cubiertos por empresarios que, cuando sean identificados, serán castigados, acorde a lo que anunció Lula da Silva, y que actuaron frente a la inmovilidad de las fuerzas de seguridad del gobierno de Brasilia, la capital.
El pronunciamiento de Lula, a eso de las seis y media de la tarde, cuando los movilizados empezaban a ser recluidos, ha sido duro en especial. Anunció una intervención en las fuerzas de seguridad de Brasilia, e insinuó que tal intervención podría expandirse hasta el mismo gobierno de la capital brasileña.
No dejó de culpar directamente, siquiera por un segundo, a Jair Bolsonaro por los “actos de terrorismo” de este domingo.