La pandemia de la COVID-19 no solo afectó economías mundiales y provocó miles de decesos, sino también graves problemas en las expresiones de las personas, sobre todo las faciales; y es que el uso obligatorio del cubrebocas en Japón, uno de los primeros países en aplicar esta medida y de los últimos en eliminarla, influyó en que miles de personas dejaran de sonreír.
En marzo, el primer ministro Fumio Kishida señaló que el uso de mascarillas sería un juicio individual y solo se recomendaba usarlas cuando estuvieran cerca de personas vulnerables con el objetivo de protegerlas. Sin embargo, hasta el momento, debido a que se volvió una costumbre tras tres años de pandemia y el miedo al contagio sigue presente, pese a estar vacunados, muchos continúan usándolo.
Muchos de los japoneses que se han animado a quitárselo en lugares públicos tienen dificultades para sonreír, por lo que ahora toman clases con especialistas para volver a tener esta expresión en su rostro ahora que lo más difícil de la crisis sanitaria pasó.
Keiko Kawano es la fundadora de la empresa “Educación de la sonrisa” y ella misma les enseña a los habitantes de su país volver a sonreír. Aunque parezca irreal son muchos los que quieren volver tener su rostro alegre y así transmitir su ánimo a quienes los rodean, y con ello causar felicidad.
El costo de las clases individuales es de 7 mil 700 yenes, es decir 913.55 pesos. Durante las sesiones las alumnas y alumnos se colocan frente a un espejo y estiran los lados de la boca hacia arriba con los dedos de las manos, ellos mismos van agrandando o disminuyendo la sonrisa que quieren ver en su rostro.
Según los estudiantes, tras el uso del cubrebocas dejaron de darle importancia a las expresiones de su rostro y dejaron de usar sus músculos faciales. No obstante, ahora que este protector es opcional y poco a poco se regresa a la normalidad, muchos de los estudiantes aseguran, necesitan tener una buena sonrisa en su empleo, escuela o cuando realicen actividades con otras personas o seres queridos.