Hace algunas décadas se pensaba que los recién nacidos no tenían la capacidad de sentir dolor. Después de distintas investigaciones hoy se sabe que eso no es verdad, que cuando nace un bebé ya se formaron todas sus conexiones neuronales que le permitirán sentir cualquier tipo de estímulo, incluso el doloroso.
Sin embargo, también se conoce que la única parte de los neonatos que no está desarrollada al momento del nacimiento es su capacidad de defenderse del dolor, es decir, puede sentirlo, pero su organismo aún no es capaz lanzar mecanismos que le ayuden a atenuarlo.
“Si un adulto se machuca un dedo sabe cuál fue, si fue con la puerta del coche, qué intensidad tuvo, si jaló o no la mano y después sintió un dolor muy sordo que continúo ahí; un neonato si tiene una lesión en el dedo pequeño no nada más la siente ahí, sino en todo el brazo, lo siente de manera más intensa y durante más tiempo, porque su vía inhibitoria o su capacidad de defenderse del dolor no está bien desarrollada”, explica la doctora Kenya Sosa Sánchez, jefa del Servicio de Medicina del Dolor en el Hospital Infantil de México Federico Gómez.
De acuerdo con la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP), este es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con un daño tisular real o potencial.
El dolor en niños existe y es importante tratarlo a tiempo, pues algunos estudios han demostrado que los infantes que estuvieron expuestos a procedimientos dolorosos y no fueron atendidos adecuadamente pueden presentar problemas para dormir, para escribir, para interrelacionarse, etcétera.
“Todo el dolor crea memoria, y el no manejo del mismo deja secuelas que pueden llegar a interferir con la funcionalidad, el crecimiento y el desarrollo de un paciente pediátrico”, explica la especialista.
Tanto en los niños como en los adultos se presentan el dolor agudo y crónico. El primero es aquél que dura menos de tres meses y el segundo persiste más de este tiempo. Asimismo, se sabe que un dolor agudo puede transformarse en crónico si el paciente no recibe el tratamiento adecuado o si la lesión que lo originó no desaparece.
El dolor agudo es como un mecanismo de defensa, el cual nos alerta que algo en nuestro organismo no está bien; en algunos casos desaparece solo y en otros requiere tratamiento. Sin embargo, el dolor crónico se considera una enfermedad porque quien lo padece pierde las condiciones que le permiten vivir una vida en salud, es decir, se merman sus actividades, no puede adaptarse a la sociedad, se deprime, tiene problemas para interrelacionarse con su familia y su entorno.
Por tal motivo, señala que es importante dar tratamiento cuando aparece el dolor, aunque no sea crónico, con el fin de evitar que avance hacia esa etapa, se complique y tenga un impacto en el desarrollo del infante.
El dolor crónico en niños se presenta por diversas enfermedades, como el cáncer, la artritis reumatoide, el lupus eritematoso y complicaciones posquirúrgicas o por accidentes automovilísticos.
“El dolor genera en los niños un gran impacto a nivel personal, familiar y social”.
En niños debe evaluarse de forma distinta a como en los adultos, porque en la población pediátrica existen varios rubros de edades, que van desde recién nacidos hasta los 17 años. Es decir, algunos de ellos aún no pueden comunicar si tienen dolor, como los neonatos o los lactantes; y los menores de 3 años todavía no cuentan con un lenguaje estructurado que les permita manifestar que algo les duele –lo mismo ocurre con los niños con parálisis cerebral o sordomudos.
De esta manera, tener varias etapas de desarrollo en la población infantil ha llevado a que los especialistas puedan identificar el dolor más por observación que por manifestación. Por ejemplo, en pacientes muy pequeños utilizan técnicas observacionales, es decir, se fijan en la conducta del niño, pues el dolor pueden manifestarlo no durmiendo, en el tono de sus músculos, al fruncir su cara, al sufrir taquicardia, hipertensión o al necesitar más oxígeno.