Annie deambula en el espacio reducido, encadenada de una de sus enormes patas. Apenas si mueve su trompa y su cola, para espantar a las moscas. Guadalajara se dio cuenta de su condición hasta que se viralizó en las redes sociales. Annie es una elefante. Habita en un sitio minúsculo, considerando sus dimensiones, en un predio cercano a Lagos de Moreno. Hace 20 años fue comprada por la familia Morales, que a su vez eran dueños de una franquicia del famoso circo Atayde.
En algún momento de su vida Annie entretuvo a los tapatíos con sus maniobras de circo, su habilidad con la pelota, y su relación con los payasos. Esa ha sido su vida siempre: nació en una jaula, y jamás ha visto a otro elefante. Cuando en el 2015 el Partido Verde aprobó una ley que prohibía el uso de animales en los circos, el destino de Annie quedó a la incertidumbre.
El lunes 19 de febrero, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) solicitó que especialistas del Zoológico de Guadalajara revisaran a Annie, después de que varios ciudadanos denunciaran las condiciones precarias del animal. De acuerdo con los veterinarios, la elefante mostraba signos evidentes de estrés debido a la consistencia pastosa de sus heces.
No obstante, los especialistas no pudieron revisarla a profundidad debido a que no se encontraban con instalaciones seguras para su chequeo médico. Llevaba varias horas amarrada en una cancha de frontón que es, al mismo tiempo, el sitio donde duerme. Detectaron que Annie tiene poca masa muscular, debido a que no recibe ni la dieta ni la actividad física de acuerdo a su especie y edad.