Miles de fieles madrugaron para desfilar ante el cuerpo de Benedicto XVI, en la capilla ardiente instalada en la basílica de San Pedro en el Vaticano para despedir al pontífice emérito, fallecido el sábado a los 95 años.
La larga fila llegaba hasta la inmensa Plaza de San Pedro y rodeaba las célebres columnas de la explanada, vigiladas por un importante dispositivo de seguridad y también por cientos de periodistas de todo el mundo llegados para cubrir el entierro del papa.
El cuerpo de Joseph Ratzinger yace en un catafalco cubierto por una tela dorada, rodeado por dos guardias suizos vestidos de gala, frente al altar mayor de la basílica dominado por el baldaquino de bronce negro con imponentes columnas retorcidas diseñado por el maestro del barroco Gian Lorenzo Bernini.
El funeral de un papa emérito, es decir sin funciones, no cuenta con un protocolo específico, por lo que se seguirían algunos de los pasos para un pontífice en ejercicio.
Se trata de la primera vez en la historia que un papa preside el funeral de su predecesor.
Después de ocho años de pontificado marcado por múltiples crisis y de haber pasado los últimos 10 años de su vida rezando y estudiando, Benedicto XVI fue acusado a principios del 2022 de haber encubierto a cuatro curas pedófilos cuando era arzobispo en Alemania, una mancha que empaña su papado y que negó hasta el final de su vida.