El más reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), expuso que la década de 2011-2020 fue la más cálida desde que hay registros. Se alertó que “los glaciares perdieron alrededor de un metro de espesor al año, lo cual supone una pérdida sin precedentes y tiene repercusiones a largo plazo”, esto sobre todo en materia de abastecimiento de líquido vital para millones de personas.
Además, se advirtió que en el mismo periodo de tiempo, “el manto de hielo continental antártico perdió casi un 75 % más de hielo que en 2001-2010, hecho preocupante en relación con el futuro aumento de nivel del mar que pondrá en peligro la existencia de regiones y países costeros de baja altitud”.
“Nuestro clima es cada vez más extremo y tiene un impacto claro y demostrable en el desarrollo socioeconómico. Las sequías, las olas de calor, las crecidas, los ciclones tropicales y los incendios forestales dañan las infraestructuras, destruyen las cosechas, limitan el abastecimiento de agua y provocan desplazamientos masivos”, advirtió el Secretario General de la OMM, profesor Petteri Taalas.
En cuanto a datos un poco más optimistas, se informó que “el agujero en la capa de ozono de la Antártida fue menor en el período 2011-2020 que durante las dos décadas anteriores, gracias al éxito de las medidas internacionales concertadas para suprimir progresivamente las sustancias químicas que agotan la capa de ozono, lo que demuestra el éxito del Protocolo de Montreal”.
Tomando en cuenta factores cruciales como que la pérdida de glaciares y mantos de hielo está ocurriendo a niveles sin precedentes, aunado a que el aumento de nivel del mar se acelera y, el calentamiento y la acidificación de los océanos dañan los ecosistemas marinos, en el informe que se presentó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, CP 28, se destacó la urgencia de “adoptar una acción climática mucho más ambiciosa para intentar limitar el aumento de la temperatura mundial a 1,5 °C, como máximo, por encima de la era preindustrial”.