Una investigación sugiere que las nubes modifican los microplásticos, de manera que las partículas podrían afectar la formación de nubes.
Los microplásticos invadieron nuestro mundo. Están en las profundidades marinas, el aire que respiramos, los alimentos que comemos y hasta en la nieve de las cumbres más remotas.
Los microplásticos proceden de la descomposición de infinidad de artículos de uso cotidiano, como ropa, envases o neumáticos de automóvil, se transportan por el aire y pueden viajar largas distancias y sufrir distintos procesos químicos en las nubes.
El equipo analizó la presencia de microplásticos hallados en las nubes de las montañas y trató de averiguar cómo podían haber llegado hasta allí.
Los investigadores recogieron 28 muestras de líquido de las nubes de la cima del monte Tai, en el este de China, y descubrieron que las nubes de baja altitud más densas contenían mayores cantidades de microplásticos.
Además, las partículas más viejas y rugosas tenían más plomo, mercurio y oxígeno adheridos a su superficie, lo que, según los investigadores, podría facilitar el desarrollo de nubes.
Para averiguar de dónde venían las partículas, crearon modelos informáticos que simulaban el viaje de las partículas hasta el monte Tai y que sugerían que el flujo de aire procedente de zonas interiores muy pobladas y no del océano o de otras montañas cercanas- era la principal fuente de los fragmentos.
Los resultados sugieren que las nubes modifican los microplásticos de forma que las partículas podrían afectar a la formación de nubes y al destino de los metales transportados por el aire.