Dos colosos climáticos, uno natural y otro causado por el ser humano, se enfrentarán este verano boreal para determinar lo tranquila o caótica que será la temporada de huracanes en el océano Atlántico.
Se está gestando un fenómeno meteorológico natural, El Niño, que reduce drásticamente la actividad de los huracanes, pero al mismo tiempo se acumula un calor oceánico sin precedentes en el Atlántico, alimentado en parte por el cambio climático provocado por el hombre al quemar carbón, petróleo y gas y que proporciona combustible para las tormentas.
Muchos meteorólogos no están seguros de qué titán meteorológico prevalecerá, porque nunca antes se ha dado un escenario de esta magnitud. La mayoría de ellos pronostican un empate, algo cercano al promedio anual. Y eso incluye a la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés), que señaló que hay un 40 por ciento de probabilidades de una temporada cercana a lo normal, un 30 por ciento de probabilidades de una temporada por encima de la media (más tormentas de lo habitual) y un 30 por ciento de probabilidades de una temporada por debajo de lo normal.
La agencia federal anunció el jueves su previsión de entre 12 y 17 tormentas con nombre, de las que entre cinco y nueve se convertirán en huracanes y entre una y cuatro se convertirán en huracanes de categoría 3 o mayor con vientos superiores a 177 kilómetros por hora (110 millas por hora). La previsión normal es de 14 tormentas con nombre, siete de las cuales se convertirán en huracanes y tres de ellas en huracanes de categoría 3 o más.