Se acerca el Día de la Candelaria y con ello la tradicional costumbre de los tamales, pues aquellos a los que les salió el Niño Dios en la Rosca de Reyes deberán pagar su deuda.
Según la tradición se “levanta” al Niño Dios del pesebre para “vestirlo” y continuar con la ruta católica que pasa por los Carnavales que se festejarán en marzo, la Cuaresma y el Miércoles de Ceniza, hasta terminar con la Semana Santa.
Sin duda alguna los tamales son un ícono de la comida mexicana, se presentan como expresión de la creatividad culinaria y del sabor de cada una de las regiones de nuestro país.
Los tamales tienen su origen en el México prehispánico, y se puede gozar de infinidad de variantes.
El tamal es un alimento que tiene como base la masa de maíz, relleno de diversos ingredientes, cocido en un paquete de hojas vegetales que lo mismo pueden ser de milpa o de maíz, que de plátano y hasta carrizo, chilaca o papatla.
Los hay de semilla de huazontle, de frijol con rajas, rellenos de carne de puerco o pollo en sofisticadas salsas, de piña con rompope, piñón con biznaga y dulce de cacahuate, o bien rellenos de zanahoria y papa picadas, chícharos, pimiento y huevo cocido.
También tenemos variedades que se distinguen por los ingredientes con los que son preparados y que son propios de un lugar, por ejemplo, en Yucatán se hacen tamales rellenos de cochinita pibil, en Oaxaca de iguana o armadillo en mole, en las costas de Nayarita los hay de picadillo de camarón fresco, y claro en la Ciudad de México nunca faltan los tamales verdes (pollo o puerco en salsa verde), rojos (rellenos de mole) de rajas con queso y de dulce.
Para disfrutar de estas delicias los pequeños y medianos productores obsequian cada año una producción de más de 27 millones de toneladas de maíz, provenientes principalmente de Sinaloa, Jalisco y Michoacán.